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CIENCIA
6
septiembre 2016
La obesidad ha alcanzado globalmente la proporción de una
epidemia, afectando aproximadamente a 600 millones de personas en todo
Desde
la década de 1940, han estado creciendo paulatinamente las evidencias que
apoyan el vínculo entre la obesidad y las enfermedades metabólicas y
cardiovasculares. Pero en los años 70 y 80, algunos expertos empezaron a
cuestionar hasta qué punto la obesidad incrementa el riesgo de tales
trastornos. Varios estudios posteriores, a finales de los 90 y principios de la
década del 2000 mostraron que algunas personas obesas muestran un perfil
cardiovascular y metabólico relativamente sano.
Algunas
estimaciones recientes sugieren que hasta un 30 por ciento de las personas
obesas son metabólicamente sanas y por tanto podrían
necesitar una intervención médica menos rigurosa a la hora de prevenir las
complicaciones relacionadas con la obesidad.
A raíz
de todo esto, el término “obesidad sana” ha ganado cierta presencia mediática e
incluso médica a lo largo de los últimos 15 años, pero diversos científicos han
cuestionado recientemente la existencia de tal obesidad sana.
Ahora,
un nuevo estudio proporciona pruebas adicionales contra la noción de un estado
sano de obesidad, revelando que las muestras de tejido de grasa blanca de
personas obesas clasificadas como metabólicamente sanas
así como las de gente obesa metabólicamente enferma
en realidad muestran cambios anormales casi idénticos en la expresión genética
en respuesta a la estimulación por insulina. Un indicador de la obesidad metabólicamente sana era su alta sensibilidad a la hormona
insulina, que promueve la entrada de glucosa sanguínea en las células para ser
usada como energía.
Sorprendentemente,
la secuenciación de mARN de muestras de tejido de
grasa blanca revela una clara distinción entre, por un lado, los participantes
que nunca han sido obesos y, por el otro, ambos grupos
de personas obesas (los sensibles a la insulina y los resistentes a ella). El
tejido de grasa blanca de las personas obesas sensibles a la insulina y el de
las resistentes a ella mostró casi idénticos patrones de expresión genética en
respuesta a una estimulación mediante insulina. Estos patrones de expresión
genética anormal no estaban influenciados por factores de riesgo metabólico o
cardiovascular, como la relación cintura-cadera, el ritmo cardiaco o la presión
sanguínea. Lo hallado muestra que la obesidad, en vez de otros factores de
riesgo habituales, es probablemente el factor principal que determina la salud
metabólica.
Lo
descubierto por el equipo de Mikael Rydén, del Instituto Karolinska
de Estocolmo en Suecia, sugiere que podrían ser necesarias intervenciones
sanitarias rigurosas para todas las personas obesas, incluso en aquellas
consideradas con anterioridad como metabólicamente
sanas. Rydén cree que dado que la obesidad es el
factor principal que altera la expresión genética en el tejido de grasa,
deberíamos continuar centrándonos en prevenirla.